Una nueva novela del comisario Montalbano del gran Andrea Camilleri en la que sabemos que nos vamos a encontrar el mismo molde y, por supuesto, igual entretenimiento. Tenemos el contingente habitual de personajes con relaciones idénticas y una trama de investigación con mucho diálogo y acción.
En este caso la trama nos introduce de lleno en el mundo de la mafia local mezclada con la corrupción política. Montalbano investiga un caso que se fracciona en dos una vez que se sigue adelante con él. De un robo a un supermercado con suicidio posterior (suicidio que tendrá su evolución en la consideración del mismo) se pasa a una muerte violenta de una joven ennoviada con el hijo de un político.
Camilleri, como siempre, riega su historia con altas dosis de humor. Siempre es un gusto leer las conversaciones de Montalbano con Catarella, siempre basadas en equívocos lingüísticos o los enfados del Comisario con la matemática eficiencia del inspector Fazio. También destacan la agilidad de los diálogos entre los personajes. La solución de los casos suele ser algo básica pero no es Camilleri amigo de la complejidad o el examen pormenorizado de la sociedad.
Observamos a un Montalbano veterano, más baqueteado, que utiliza métodos alternativos a los legales para solucionar este caso. También se atisban problemas con Livia, su pareja, pues hay una cierta lejanía en sus conversaciones y algo de hartazgo.
En definitiva, nos encontramos con una novela muy fácil de leer, sin grandes complicaciones a la que se acude siempre como se acude en las comidas a la cocacola o el vino de la casa.
Y nada más. Saludos del Criticón Lector.
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