miércoles, 7 de abril de 2021

"CRÓNICAS DE LAS ARENAS". JUAN VILLA

      Juan Villa es un autor poco conocido, pero dotado de una notable calidad literaria. Aquí nos realiza la crónica del nacimiento y  la decadencia de un poblado en las inmediaciones de Doñana, El Majadal, creado en torno a lo que se vino a llamar el Patrimonio Forestal, plantación de eucaliptos un tanto desquiciada bajo el amparo del régimen autárquico surgido tras la guerra civil. Este Patrimonio es la consolidación del sueño megalómano de Eduardo Zamacola, ingeniero forestal, que está embebido de los principios grandilocuentes del régimen.  

    La novela está basada en situaciones reales y en ella se muestran toda una galería de personajes de la época, muy logrados, como un cura extraperlista pragmático y vividor, un exfalangista defraudado con el devenir del régimen, un anarquista huido, y todo un conjunto abigarrado de harapientos con hambre que se abren paso a la vida. Entre todos los personajes emergen las figuras de Octavio Zamacola, un ultracatólico que vive en el exceso mental y en una visión providencialista de la existencia, una especie de Quijote degradado, y su ahijado, seminarista  desclasado que mantiene la historia y en quien converge el material humano en una búsqueda casi detectivesca del cura perdido, dicho sea en el doble sentido de la palabra. En este sentido, en los pasajes contados por Jeremías, que así se llama, vemos un punto de experiencia iniciática, de ojos inocentes que cuentan una historia sórdida, pero también épica. Como en toda historia, el envés esperpéntico también está presente.

La novela está escrita con mucho esmero, con un estilo depurado, con bellos pasajes e imágenes plásticas. Y es la técnica narrativa una de las características que sobresalen en la misma, pues hay una deliberada intención de experimentación literaria, con usos constantes de primera y tercera persona, con el uso de la fórmula epistolar, del informe, del diario, del monólogo interior (extraño y curioso es el del tío mudo del joven seminarista) y otros modos de discurso.

    Es una pena que la novela se cierre con cierta premura, quizá ante la abundancia de personajes y modos discursivos  echamos de menos saber más del personaje principal que cuenta la historia del que quedan trazos impresionistas y es acabado con la misma fría indiferencia que los demás personajes. Como lector, unas páginas más dedicadas a este me parecerían un justo fin a quien tan bien nos lo ha hecho pasar.