jueves, 12 de julio de 2012

"CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRÁS". ENRIQUE JARDIEL PONCELA

     Este clásico del teatro de humor español es de una modernidad que asusta. No solo el tema: la búsqueda de la eterna juventud a través de la ciencia, la inmortalidad. Principalmente es el lenguaje y la sutil ironía con que los personajes de contestan unos a otros. El autor parodia los conceptos de amor eterno, del tesoro de la juventud, de la familia y demás verdades inoculadas en el imaginario colectivo.

     Los mismos personajes en momentos, circunstancias y lugares diferentes se comportan de modo absolutamente distinto, afianzando la idea de que el tiempo todo lo puede y resulta inútil luchar contra él, aunque se inventen armas para detenerlo.

     A destacar, la presencia de los americanos en el segundo acto, su inclusión es hilarante y cómo no lo que pretenden es money, money, money.

     El siguiente una lectura de éxito y típicamente veraniega, "El tiempo entre costuras".

"SÁBADO". IAN MCEWAN

     "Sábado" es una novela compleja, que ocupa la vida de Henry Perowne , un experto neurocirujano, a lo largo de un solo día. La acción del libro, como podemos imaginar, es escasa. Se van desgranando las actividades más o menos rutinarias del médico hasta que en un momento dado ocurre algo inesperado, que zarandea la existencia de nuestro protagonista y su familia, una familia feliz y conservadora inglesa.

     La complejidad de la novela con la que inicio mi reseña se debe al estilo con el que está escrito, con traducción de Jaime Zulaika, un estilo con un periodo sintáctico largo y  una meticulosidad en la descripción de los detalles bastante cansina, pues el autor se ha documentado con esmero sobre operaciones de neurocirojía y apabulla con primorosa delectación al lector con operaciones repletas de tecnicismos a cráneo abierto. El grueso de la novela son sus reflexiones y sus recuerdos al hilo de la actualidad cercana, una actualidad que está marcada por las referencias a la guerra de Irak, a las mentiras de los gobiernos occidentales, al miedo a la pérdida instantánea de todo por los ataques terroristas. Así, el narrador configura una historia en la que los recuerdos privados del personaje principal se alternan con la secuencia de los acontecimientos públicos que ocurrieron en  Londres en un sábado 15 de febrero de 2003.

     En los recuerdos y en sus rutinas se nos muestra la galería de personajes que rodean al principal: su mujer, con la que mantiene una  relación estable y de la que está enamorado; sus hijos, con su halo intelectual y burgués, uno es músico de blues ( otra forma de mostrar el autor un punto de exceso de conocimiento)  y la otra poetisa; su madre senil; su suegro, poeta reconocido y alcohólico. Y junto a ellos los hilos que los unen y el devenir del tiempo que está presente como un soplo invisible en cada uno de esos hilos. El recuerdo como soporte del tiempo. El recuerdo y la reflexión uncidos en el mismo yugo  de la materia narrativa.

     La reflexión no escamotea las polémicas del momento, la conciencia del personaje alude a los miedos de un occidental post 11-S sin tapujos, muestra sus prejuicios, sus ideas conservadoras, en ese sentido no se esconde la ideología conservadora, sin estridencias ni concepciones radicales, dentro del buen juicio que se le supone a un neurocirujano culto y respetuoso.

     De la novela destaco, además, dos aspectos que se tocan tangencialmente, pero que considero imprescindibles por que dan una idea de cómo núcleos temáticos secundarios son los que conforman el corpus ideológico y axiológico de una obra. Me refiero al gusto sibarita por mostrarnos un cosmos musical elitista y sugerente( por cierto, algunos pasajes relacionados con la música son lo más logrado del libro, evocadores y envolventes) y a la muestra de un mundo dominado por la adicción al trabajo, al estímulo que produce el trabajo bien hecho, la dedicación plena y segura a una profesión magnífica. En conjunto, nos muestran los valores y las ideas de un liberalismo liviano y poco agresivo.

    Por último, y sin realizar  spoiler tan temidos por los lectores, deja un grato sabor el matizado humanismo compasivo que plasma el desenlace de la novela. Un saludo de el Criticón lector.