El título nos lleva a cierta confusión pues al nombrar a uno de los personajes, podría parecer eso mismo una novela de personaje, pero lo cierto es que es una novela espacial, donde certeramente y de modo simbólico se nos muestra la recreación de un topos, un lugar de Centroamérica con sus problemas de naturaleza política y social a finales del siglo XIX y principios del XX.
A través de diferentes personajes, todos perfilados con precisa maestría, se analiza con detalle la situación problemática de Costaguana. La profundidad de miras y el abigarrado conjunto de personajes, tan humanos, que interactúan, maquinan, sobreviven, desean y aman, nos hacen decir sin ningún rubor que estamos ante un libro imperecedero. Nostromo, el capataz de cargadores, audaz y con un sentido del honor trasnochado, Charles Gould, propietario de la mina de plata, centro neurálgico de Sulaco, provincia occidental de Costaguana, su esposa Doña Emilia, con su compleja carga de soledad, su adorador el tétrico y sacrificado doctor Moningham, Decoud, tan fatuo y tan heroico por amor, el sabio y casi estúpidamente idealista, Don José Avellanos, su hija, la seguidora fiel, el inmigrante garibaldino Giorgio Viola y su familia, sus hijas serán fundamentales en la trágica conclusión del libro. Los torpes y zafios militares golpistas, el débil presidente Ribera. En definitiva, una amalgama de personajes, todos perfectamente definidos, que nos trasladan a la vida y evolución de Sulaco.
Por si fuera poco, la maestría de Konrad en las descripciones de los lugares nos hacen estar casi viendo a través de las palabras, este lugar imaginario.
Se trata de una novela totalizante de múltiples lecturas, principalmente en clave política, pero también en modo alegórico o incluso como novela de aventuras. Lo irremediable es el poso que deja en el lector pues el aliento trágico que desprende no se nos quitará de encima. En el plano político se observa de un modo complejo la lucha entre civilización y barbarie, pero no al modo maniqueísta que podríamos imaginar pues las consecuencias del avance social que el progreso civilizador llevan al nuevo Sulaco siempre tendrá consecuencias indeseables. Todo tiene su precio. Y la civilización siempre buscará esquilmar, recordemos finales del siglo XIX y principios del XX, la matera prima fundamental del lugar, la plata. La plata infausta y abrasadora que mata y subyuga hasta las almas de los más fuertes.
Un saludo atento, El Criticón Lector.
No hay comentarios:
Publicar un comentario