Escritor de éxito internacional, David Foenkinos hace referencia con este título al protagonista de su peculiar historia. Un niño, Martin Hill, que quedó el penúltimo en el casting de Harry Potter y, por tanto, fue el número dos. El olvidado. El que casi pudo tocar las glorias del éxito, el sueño de las fanfarrias. Las consecuencias psicológicas en este pobre chico rechazado al final del proceso, que se transforman en verdaderas patologías, son el hilo conductor de la novela.
La novela es sencilla, de vuelo corto en lo formal, de trama fácil, pero toca temas de hondura, pues, al fin, nos habla del verdadero sentido del éxito y del fracaso, del poder redentor del amor y de las jugarretas del azar, que algunos han querido asimilar por su escaso calado a los libros de autoayuda.
Personalmente, me gusta la red de relaciones con los demás personajes cercanos a Martin. El personaje tragicómico del padre, que desaparece pronto, y nos traslada a la importancia de la pérdida en la vida de un niño. La relación macabra y acosadora con el padrastro, especie de psicópata que se ceba con su debilidad. Y la progresiva evolución de la madre, que de personaje anodino y egoísta va transformándose en ese referente materno que todos necesitamos gracias al poder reparador de la comunicación.
Por último, un buen capítulo final, que, aunque puede ser catalogado de facilón y casi naif, supone un encuentro para mi gusto original y de algún modo reparador y que, asimismo, casa con la historia contada. El tono general de la historia, las sufridas vivencias del protagonista no son un ejemplo de obra clásica y grandilocuente en el que la potencia del fatum invite a la tragedia, sino que el libro en su libre discurrir sabemos que desembocará en una suerte de catarsis de Martin. Eso lo sabíamos desde la primera página. Que toque temas de hondura como hemos planteado al principio no lo convierte en un libro excesivamente profundo o trascendente. Es desde el principio una lectura amena que nos invita a pensar en las consecuencias de ser el otro. Y en la autopercepción del fracaso. Y observando estas últimas palabras se entiende el porqué algunos emparentan el libro con la autoayuda. No llego yo a tanto, la verdad.
Saludos cordiales. El Criticón Lector.
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