Justo en esa época bisagra en la que se suele exponer en los manuales la vuelta al relato tradicional alejado de esos años de experimentación literaria que inundó las librerías por efectos del boom en los años 60 y 70, es decir, en las postrimerías de los 70 aparece en el mundo de las letras hispánicas esta obra escrita a finales de los 60, cumbre de esa novela caleidoscópica, compleja y variada y juguetona desde el punto de vista narrativo con el lector que se puso tan de moda. Se trataba de plantear retos a quien lee, de manejar textos y subtextos, de utilizar numerosas variantes narratológicas, como la crítica artística que ocupa varias páginas, la primera persona, la tercera, cartas, telegramas, informes, la presencia del propio autor de modo descarado, juegos temporales con prolepsis y analepsis constantes, equívocos y una trama confusa que hay que ir descifrando poco a poco y en donde no faltan asuntos narrativos ajenos a la propia historia. Y todo ello para conformar una novela de espionaje con cierto aire clásico, en la que domina un cierto halo irónico y trágico, si se observa incluso desde el mismo nombre de la novela.
El protagonista principal es alguien admirable, pero que carga con un pasado conflictivo que se va desvelando. Su mismo nombre tiene un punto de ironía trágica. Homónimo del asesino de Trotsky, la evocación constante a este viene a sumirnos en el declive y la perversión del sistema soviético y del comunismo de la Europa oriental por añadidura. Se trata, entonces, de una especie de homonimia simbólica y la caída y desgracia del primer Ramón Mercader viene a ser el correlato de la caída del segundo, nuestro protagonista. Asimismo, vemos, como en toda buena novela de espías, la apropiación de una personalidad, de la vida de un hombre, una sombra, para conseguir los fines pretendidos por la organización. Ramón Mercader no es Ramón Mercader, claro, es otro. El juego de desdoblamientos crece a medida que avanza la novela. Pero la relación entre el que suplanta y el suplantado, niño exiliado y muerto, tiene también sus concomitancias biográficas de padres represaliados. Las luces y las sombras, los hilos invisibles que unen las vidas de unos y otros personajes.
Por otro lado, en la novela la ironía trágica se manifiesta igualmente en el nombre de la operación, Humpty-dumpty, que hace alusión a una cancioncilla típica inglesa que viene a ser un leitmotiv constante en la novela y que a modo de coro de tragedia griega nos anticipa la caída del protagonista, en una relación significativa entre el huevo Humty-dumpty, que inevitablemente cae y se rompe, y este.
El marco de la novela resulta igualmente interesante con la exteriorización de las luchas por la información en la época de los bloques y la guerra fría. El desencanto de los del ala este es manifiesto, pese a su obediencia. Las remembranzas de Stalin y Ulbricht son, en este sentido, demoledoras. Las manifestaciones de algunos personajes sobre las purgas y la represión aparecen, de nuevo la ironía, ensombreciendo el intento heroico del protagonista de desvelar al traidor.
Y nada más. Un saludo del Criticón Lector.
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