El polémico e influyente autor italiano, Roberto Saviano, da un paso más en su búsqueda del horror y nos muestra una radiografía completa del universo de la cocaína, la droga perfecta y más adaptable para la época actual, ese mundo líquido e inestable sin basamentos morales fuertes que Bauman (del cual he leído un libro este verano y recomiendo) nos retrata. Se abunda en el negocio y en los perversos mecanismos de funcionamiento de las mafias que dominan el mercado, lo que se ha dado en llamar el narco-capitalismo. Utilizando las técnicas del reportaje periodístico, el autor nos hace un paseo espectral sobre lo más salvaje y lo más sofisticado del mundo oscuro que se esconde tras el consumo de la cocaína en un estilo a veces fluido y otras veces oscuro.
Empezando con el estallido de la coca, con las mafias colombianas que supieron ver que tenían la gallina de los huevos de oro, con sus inicios hasta crear el gran cártel colombiano en el que la figura mítica de Escobar, supone el punto culminante del poder de los colombianos con su uso potente y cruel de la violencia. Sigue con las mafias mexicanas que al ser el sitio de paso al mayor mercado de consumo se hacen hueco sobre la base de la utilización extrema de la violencia, si los colombianos mataban, los mexicanos incluyen la humillación y la tortura en sus luchas por el dominio y de poseer posiciones preponderantes, en un continuo descabezamiento y resurgir, cual Hidra de Lerna. En los capítulos mexicanos he recordado la serie en letanía de asesinatos de 2666 de Bolaño, esa crueldad tan despojada de humanidad que paraliza al lector, lo hipnotiza, más que horrorizar. Hace también un paso por las mafias calabresas que han agostado y empequeñecido a las más tradicionales como la napolitana. La Ndrangheta, el árbol que da cobijo a sus miembros, en una estructura perfectamente formada y que en vasos comunicantes hunde sus raíces en la tierra para llegar sus ramificaciones a todos los rincones imaginables. Los mafiosos rusos que utilizan los sistemas de la antigua kgb y se han convertido en influyentes magnates que dominan no solo el mercado de la cocaína, sino otros muchos tanto legales como ilegales. Y, por último, no se puede dejar por alto el papel fundamental que la banca y sus escasos controles en el blanqueo de capitales junto con la permisividad del sistema financiero tienen en todo este entramado para hacer limpio lo que de facto proviene de las cloacas. El recorrido por estas páginas es tan apabullante que más que asustar, abotarga. El trayecto por el mundo infame de la cocaína, tan adrenalítica ella, me deja como lector con el efecto contrario de los opiáceos, anestesiado. De tan duro que es apaga toda esperanza. Empieza indignando, pero la continua muestra de horror acaba aplastando toda forma de turbulencia interior.
En otro orden de asuntos, da mucha tristeza el autor que traslada una imagen de sí mismo de hombre obsesionado, condenado de por vida y, sobre todo, solo entre los muros que le proporcionan sus escoltas. La aceptación resignada de su posible futura muerte duele. Y, en definitiva, en su elegía final a sí mismo en la que también incluye una oda al poder de la lectura y el conocimiento de las personas de su odisea personal y del mundo pestilente en el que se mueve, ese que se oculta tras la fachada que vemos todos cada día al salir de casa a trabajar, se antoja insuficiente para tanto sacrificio, para tanto coste personal.
Por último, hecho en falta en el libro el aporte de soluciones, muy escasas y solo al final, que no incluyo para no anticipar al lector este conclusión del autor. Hecho en falta la mención a la prevención, a la educación, no tanto como un resorte de esperanza cuanto como horizonte moral en el que apoyarse. Porque en la cadena del mal, el último eslabón es también, desde mi punto de vista, clave.
No suelo reseñar libros que no son de ficción como este, pero sus técnicas periodísticas que desembocan al final en un tipo concreto de narración y su valor como arma de conocimiento frente al mal me han llevado a intentar, aunque sea desde este humilde blog, a propagar la palabra del "héroe/mártir" Saviano.
Un saludo del Criticón Lector.
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