Del premio Nobel Rudyard Kipling había leído su poesía y realmente he quedado deslumbrado con este libro de aventuras, de lectura para todos los públicos, que nos cuenta la peripecia vital del joven huérfano Kim. El libro narra el desarrollo, en cuanto a evolución y crecimiento tiene, de un niño irlandés que se cría como hindú. Su desparpajo, sus conocimientos de la vida en las calles de la populosa Lahore, hacen que se le llame el amigo de todo el mundo, y ese sobrenombre de algún modo define su forma de estar y pasear por el mundo. Su carácter afable y cercano, no exento de personalidad no lo abandonará en ninguno de sus movimientos. A ello se le unirá una formación inglesa en el colegio más prestigioso de la India, transformando al niño Kim en una personalidad desdoblada, sahib (blanco) e hindú al mismo tiempo.
Las aventuras de Kim se inician al decidir acompañar a un lama rojo que se encuentra en Lahore y que solicita su ayuda pues está buscando el río que Sidhartta hizo manar con su flecha y acabará por transformarlo de un modo místico. En su compañía se verá envuelto en el juego del espionaje en el que se convertirá, de un modo casual al principio, en una pieza muy valiosa. El acceso a este mundo se lo dará el comerciante afgano de caballos Mahtub, que trabaja para los ingleses como confidente y agente encubierto y conoce a Kim por haberle dado trabajillos sin importancia. Por este camino conocerá a coroneles, a un babú bengalí que reniega de su valentía, pero que hace cosas que no se atrevería casi nadie y a agentes extranjeros por las montañas del Tibet.
Pero del libro, que es una verdadera joya, destacaría dos puntos principales. En primer lugar, la relación de Kim con el lama; el huérfano se convierte en el chela (aprendiz) del lama y el amor, la corriente de afecto, y la lealtad que se profesan es de una belleza sin igual. Un afecto transido de pureza como corresponde a las enseñanzas propias de la filosofía/religiosidad tibetana. Sus diálogos, ora profundos, ora simpáticos o irónicos se nutren de contrarios en los que en ocasiones la personalidad avispada de Kim se contrapone a la inocencia del lama, o en otras la sabiduría del lama se eleva sobre la inexperiencia del joven. En segundo lugar, destaco la increíble simpatía con la que el narrador nos muestra las costumbres y los paisajes indios. Una visión desprejuiciada de lo oriental, nada prepotente, como podría esperarse de un británico de su tiempo.
En definitiva, nos encontramos ante un libro escrito en 1901 muy vivo, entretenido, profundo, variado, que divierte y enseña, y que maneja los códigos de las emociones de un modo magistral. No solo Kim y el lama están bien desarrollados, sino que en el camino, en la búsqueda, van apareciendo numerosos personajes y todos ellos son complejos, vívidos y destacables. Con lo dicho que estamos planteando, pues simplemente que estamos hablando de una obra maestra en mayúsculas.
Merece la pena acompañar a Kim en su viaje. No se arrepentirán. Un saludo del Criticón Lector.
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