José Juan Díaz Trillo es filólogo, profesor, político, erudito y escritor, sobre todo, escritor. Nos regala a los lectores una nueva revisión del arquetipo literario del Cándido, ese paradigma de comportamiento optimista que comienza su andadura con Voltaire, para luego pasar por las manos de ilustres escritores como Leonardo Sciascia o, en estos tiempos, el autor onubense, Díaz Trillo. Para este, después de haberse dedicado principalmente a la poesía, la terminación de la novela se ha convertido en el saldo de una deuda artística pendiente.
La historia del Cándido de Díaz Trillo está contada en dos tiempos intercalados, una en primera persona y otra en tercera persona. En la primera se observa la conformación del personaje en un bildungsroman de inspiración literaria y con numerosas referencias textuales. Concebida como un artefacto narrativo complejo, la historia que se nos cuenta confecciona una dualidad en un mismo personaje en la que la trabazón, el engarce entre ambas partes, pacientemente elaborado, lo veremos al final de la novela. Así, esta primera parte, la llamamos de esta manera porque aparece Cándido desde su nacimiento hasta la madurez, nos ofrece el viaje desde la candidez del niño al escepticismo de la madurez, escepticismo cincelado por acontecimientos desgraciados históricos, vividos en primera persona, y también por el fracaso amoroso. Sin embargo, en la segunda parte, que se desarrolla en la Asamblea parlamentaria con el protagonista como transcriptor de las intervenciones de los diputados, vemos el movimiento contrario. Nos encontramos con un Cándido que resulta extraño al lector por su escepticismo. De hecho, al estar estructurada la novela con secuencias de las dos partes una detrás de otra, esta parte produce extrañamiento al lector porque en sus numerosos diálogos con Carlos, personaje del que hablaremos, Cándido no es cándido, ni optimista. Como dije, tendremos que esperar al final de la novela para ver el porqué de esta posición vital de hombre vencido y escéptico. Pero lo trascendente, desde el punto de vista estructural, es que en esta segunda parte que se desarrolla en el presente Cándido pasa de este estado convaleciente y apático a un optimismo moderado, cerrando el círculo largamente trabajado.
Los personajes que rodean a Cándido provienen del ámbito familiar, de las amistades y del entorno laboral. Cándido proviene de una familia desestructurada de muy buena posición. Sus dos abuelos son los cabezas de familia y entre ellos se forja una relación de gran belleza simbólica, que viene a representar la posibilidad del acercamiento de las eternas dos Españas enfrentadas. Hijo de un desliz de verano, Cándido es criado en un ambiente poco convencional, con sus padres desaparecidos dedicados a sus estudios en Madrid y Granada. En el pueblo, sus referentes femeninos serán la asistenta, que es prácticamente una más de la familia, y su tía. La relación con sus padres es un relato triste de desencuentros y ausencias, con una madre casquivana y superficial, que, andando el tiempo intentará sin lograrlo, redimirse; y un padre con penas de amor que transforma su vida en lucha colectiva por un mundo mejor. Entre los amigos destacan Emilio y Sofía. El primero representa la amistad a través del tiempo y la segunda al amor, un amor realista, que pasa por fases y en el que se reflejan esos momentos decisivos que deciden el devenir del mismo. ¡Esas cartas de antaño! La presencia de Sofía es fundamental en la transición psicológica del protagonista, en ese péndulo existencial en el que vemos que se mueve de forma matizada a lo largo del tiempo.
En la asamblea Cándido mantiene relaciones con sus compañeros. Especialmente relevante es su amistad con Carlos, médico y diputado por Badajoz, que está escribiendo una historia sobre Cándido y que, por tanto, supone un añadido experimental a la novela, pues de alguna manera estamos ante un juego de espejos y de metaliteratura. Surge la figura de Carlos como narrador implícito de la novela. Cándido también se relaciona con un personaje extraño y misterioso: el jardinero. Se trata de un sabio dedicado en exclusiva al ejercicio de su noble arte. Al final de la novela se desvelará su secreto y los sutiles hilos que unen a los personajes.
Otro detalle del trabajado esfuerzo creativo es la presencia de lo que en cine viene a llamarse mcguffin, ese elemento narrativo que hace avanzar la historia, aunque después no tenga demasiada importancia. En la Asamblea hay un misterio que parece que pone a Cándido en su juego, mediante mensajes en la puerta de los baños o cambios en las actas mejorando el discurso original. Queremos saber quién es el diablillo tergiversador de documentación, pero realmente importará bien poco. Entre el marasmo de palabrería hueca qué más da que se lime el estilo o se mejore el mensaje para, al menos, parecer que nos acercamos a vivir en el mejor de los mundos posibles
En el debe de la novela encontramos el exceso de amplitud de foco. Hay gran cantidad de personajes, a menudo desdibujados e intercambiables. Las amistades universitarias individualizadas con un simple nombre, sin rasgos a los que acudir, acaban por ser meros elementos de relleno de la historia principal. La idea de novela totalizante quizá inspiraba al autor.
En conjunto, nos queda la imagen de un personaje muy humano, que respira el mismo aire del lector. Sus vaivenes, sus pensamientos, su ideario, sus costumbres y también sus pequeñas heroicidades nos ofrecen a un personaje literario de gran envergadura. En sentido contrario, hay pasajes del presente politizados y, en ocasiones, la representación de algunos políticos es algo grotesca, lo cual no se cohonesta con la verosimilitud generalizada del libro.
Otro apartado del texto a destacar es el hecho de que se vierten numerosas opiniones políticas,en las que no se esconde el ideario progresista de los personajes, algo lógico dada la condición de operador político activo del autor.
Concluyo con una cita del "Cándido" de Voltaire: "Si éste es el mejor de los mundos posibles, ¿Cómo serán los otros? ". Aquí, en la obra de Díaz Trillo, tenemos una muestra de otro mundo alternativo al de la obra del ilustre e ilustrado francés. Juzguen ustedes su valía.
Los personajes que rodean a Cándido provienen del ámbito familiar, de las amistades y del entorno laboral. Cándido proviene de una familia desestructurada de muy buena posición. Sus dos abuelos son los cabezas de familia y entre ellos se forja una relación de gran belleza simbólica, que viene a representar la posibilidad del acercamiento de las eternas dos Españas enfrentadas. Hijo de un desliz de verano, Cándido es criado en un ambiente poco convencional, con sus padres desaparecidos dedicados a sus estudios en Madrid y Granada. En el pueblo, sus referentes femeninos serán la asistenta, que es prácticamente una más de la familia, y su tía. La relación con sus padres es un relato triste de desencuentros y ausencias, con una madre casquivana y superficial, que, andando el tiempo intentará sin lograrlo, redimirse; y un padre con penas de amor que transforma su vida en lucha colectiva por un mundo mejor. Entre los amigos destacan Emilio y Sofía. El primero representa la amistad a través del tiempo y la segunda al amor, un amor realista, que pasa por fases y en el que se reflejan esos momentos decisivos que deciden el devenir del mismo. ¡Esas cartas de antaño! La presencia de Sofía es fundamental en la transición psicológica del protagonista, en ese péndulo existencial en el que vemos que se mueve de forma matizada a lo largo del tiempo.
En la asamblea Cándido mantiene relaciones con sus compañeros. Especialmente relevante es su amistad con Carlos, médico y diputado por Badajoz, que está escribiendo una historia sobre Cándido y que, por tanto, supone un añadido experimental a la novela, pues de alguna manera estamos ante un juego de espejos y de metaliteratura. Surge la figura de Carlos como narrador implícito de la novela. Cándido también se relaciona con un personaje extraño y misterioso: el jardinero. Se trata de un sabio dedicado en exclusiva al ejercicio de su noble arte. Al final de la novela se desvelará su secreto y los sutiles hilos que unen a los personajes.
Otro detalle del trabajado esfuerzo creativo es la presencia de lo que en cine viene a llamarse mcguffin, ese elemento narrativo que hace avanzar la historia, aunque después no tenga demasiada importancia. En la Asamblea hay un misterio que parece que pone a Cándido en su juego, mediante mensajes en la puerta de los baños o cambios en las actas mejorando el discurso original. Queremos saber quién es el diablillo tergiversador de documentación, pero realmente importará bien poco. Entre el marasmo de palabrería hueca qué más da que se lime el estilo o se mejore el mensaje para, al menos, parecer que nos acercamos a vivir en el mejor de los mundos posibles
En el debe de la novela encontramos el exceso de amplitud de foco. Hay gran cantidad de personajes, a menudo desdibujados e intercambiables. Las amistades universitarias individualizadas con un simple nombre, sin rasgos a los que acudir, acaban por ser meros elementos de relleno de la historia principal. La idea de novela totalizante quizá inspiraba al autor.
En conjunto, nos queda la imagen de un personaje muy humano, que respira el mismo aire del lector. Sus vaivenes, sus pensamientos, su ideario, sus costumbres y también sus pequeñas heroicidades nos ofrecen a un personaje literario de gran envergadura. En sentido contrario, hay pasajes del presente politizados y, en ocasiones, la representación de algunos políticos es algo grotesca, lo cual no se cohonesta con la verosimilitud generalizada del libro.
Otro apartado del texto a destacar es el hecho de que se vierten numerosas opiniones políticas,en las que no se esconde el ideario progresista de los personajes, algo lógico dada la condición de operador político activo del autor.
Concluyo con una cita del "Cándido" de Voltaire: "Si éste es el mejor de los mundos posibles, ¿Cómo serán los otros? ". Aquí, en la obra de Díaz Trillo, tenemos una muestra de otro mundo alternativo al de la obra del ilustre e ilustrado francés. Juzguen ustedes su valía.
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