miércoles, 26 de agosto de 2015

"QUERIDO DIEGO, TE ABRAZA QUIELA". ELENA PONIATOWSKA

     Novela epistolar al modo clásico que muestra una relación de cartas falsas sobre una historia real. Elena Poniatowska, premio Cervantes 2013, nos introduce en el íntimo dolor de Angelina Beloff, pintora rusa que fue pareja de Diego Rivera durante diez años. Esta desolación se debe a la marcha de éste a su México natal desde su residencia en París. Las cartas son un ejemplo de adoración o culto a una persona, que en esta obra es una referencia, una especie de tótem al que se deifica y se sublima: Diego Rivera. Pero de esta adoración postrada más que un dios lo que se traslada es un ser humano sin escrúpulos,  ni sentimientos. Diego no es más que un vacío descorazonador a dónde van a parar las cartas.

     La controversia Diego-Angelina es en este sentido la fuerza motriz de la obra. Así, Diego, macho dominante y con un poder de seducción fuera de lo común pero deshumanizado por su ausencia recalcitrante es el paradigma del machismo y, por otro lado, Angelina, mujer que se da en extremo, fémina al servicio del hombre, sería el paradigma de la sumisión. De esta dicotomía, como no puede ser de otro modo, se produce una corriente de solidaridad hacia la víctima del fuego seductor del genio de Guanajato.

     Las cartas se centran en asuntos artísticos, sentimentales y amistosos. En lo artístico se glorifica la pasión creadora de Diego, su visión casi mística de la realidad. En lo personal, se atiende al carácter seductor y fogoso del escritor. En lo que se refiere a las amistades, se puede observar ese círculo bohemio y artístico de entre guerras que deambulaba por París, de un modo indirecto y referencial.

     Pero, desde luego, en la novela destaca la fuerza sentimental de Angelina, su adoración más allá de lo razonable, la expresión tamizada de sentimientos que tienen en común la entrega absoluta. A modo de ejemplo pongo esta cita, que parece reveladora:

     "En los papeles que están sobre la mesa, en vez de los bocetos habituales, he escrito con una letra que no reconozco: “Son las seis de la mañana y Diego no está aquí.” En otra hoja blanca que nunca 
me atrevería a emplear si no es para un dibujo, miro con sorpresa mi garabato: “Son las ocho de la mañana, no oigo a Diego hacer ruido, ir al baño, recorrer el tramo de la entrada hasta la ventana y ver el cielo en un movimiento lento y grave como acostumbra hacerlo y creo que voy a volverme loca”, y en la misma más abajo: “Son las once de la mañana, estoy un poco loca, Diego definitivamente no está, pienso que no vendrá nunca y giro en el cuarto como alguien que ha perdido la razón. No tengo en qué
ocuparme, no me salen los grabados, hoy no quiero ser dulce, tranquila, decente, sumisa, comprensiva, resignada, las cualidades que siempre ponderan los amigos. Tampoco quiero ser maternal; Diego no es un niño grande, Diego sólo es un hombre que no escribe porque no quiere y me ha olvidado por completo.” Las últimas palabras están trazadas con violencia, casi rompen el papel y lloro ante la puerilidad de mi desahogo. ¿Cuándo lo escribí? ¿Ayer? ¿Antier? ¿Anoche? ¿Hace cuatro noches? No lo sé, no lo recuerdo. Pero ahora Diego, al ver mi desvarío te lo pregunto y es posiblemente la pregunta más grave que he hecho en mi vida. ¿Ya no me quieres, Diego?"

      Es indiscutible el oficio de Poniatowska y su necesidad, probada en otras obras y en su profesión periodística, de estar con los desamparados, y Angelina es una desamparada sentimental, una yonqui necesitada de Diego Rivera. No obstante, "Querido Diego, te abraza Quiela" es una obra menor en la bibliografía de la autora, tanto por el contenido, como por el calado de la obra.

      Un saludo de El Criticón Lector.

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