Dos hermanos viven en una casa antigua, profunda y silenciosa. Felices en sus rutinas (aunque la ambigüedad en este sentido es grande), de pronto, notan que la casa ha sido tomada, no sabemos como lectores por qué o quiénes. Las presencias invasoras van tomando la casa por partes hasta expulsar de su paraíso edénico a esta extraña pareja. Cuento de indiscutible lectura simbólica en el plano político. Lo realmente descorazonador es la pasividad con la que los dos hermanos aceptan la fuerza invasora, su falta de resistencia. La relación entre los hermanos deviene inconscientemente para el lector en lo incestuoso, al menos en el plano espiritual. Por supuesto, la naturalidad ante lo inaudito se relaciona con la corriente hispano americana del realismo mágico, forma ya empleada anteriormente por autores como Kafka o, más atrás, el traducido por el mismo Cortázar, E. A. Poe.
"Carta a una señorita de París"
Cuento en forma de confesión a una narrataria llamada Andrée. Vuelve a aparecer lo extraordinario en la normalidad, en este caso el protagonista vomita conejitos. La prosa de Cortázar se sublima en este cuento con esa oralidad a la que tanto recurre y hace que el relato discurra como si fuese contado. Ejemplo de ello puede ser esta cita de gran belleza:
"Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante".Así, el vomitador de conejitos ante su pequeña criatura se ve incapaz de acabar con ella, pues los ve como parte de sí mismo. Pero sus criaturas crecen y su secreto y el trabajo que ello le supone hace insufrible su vida. Siendo el Dios de las criaturas, estas se apoderan de su vida. Posible simbolismo teológico o literario, recordemos a Unamuno y a Pirandello.
"Bestiario"
De los tres cuentos que hemos comentado en la tertulia este nos ha parecido el más flojo. Las bestias, los animales, aparecen como contexto en un cuento en el que de una idílica sensación estival vamos pasando a comprobar, bajo la aparentemente inocente mirada de una adolescente de clase alta, los problemas de la familia de acogida. Un tigre merodea por la finca dejando espacios prohibidos a los habitantes. Lo que nos parece más flojo de este cuento es la cantidad de información que, a nuestro juicio, es sobrante o no necesaria. El proceso en el que nos vamos dando cuenta de los problemas es muy lento. Y hasta el clímax final, sorpresivo, no nos sorprende el relato.