Podríamos catalogarla como literatura de viajes, siguiendo la pauta homérica de la Odisea, en el que el protagonista va soportando los rigores de un viaje sin rumbo y en el que se producen verdaderas escenas de sadismo, dolor, penurias y heroísmo. En este sentido es un relato de aventuras extraordinario. Pero no solo es eso, también es un compendio maravilloso de la náutica de la época, ya que el léxico utilizado denota un conocimiento profundo del mundo marino. O una muestra de la importancia del comercio como forma de vida. O ese maravilloso capítulo en el que una ciudad concreta es un bello ejemplo de Babel, escenificado en las embarcaciones que allí se ven.
Por otro lado, merece destacarse la trascendencia de la Administración en los hechos posteriores, la intercesión del Virrey refrenda de un modo claro la justicia y magnanimidad de la Corona española en México, que es donde acaba el viaje. El poder del Virrey se asemeja mucho a esas obras de teatro de capa y espada en las que la intercesión final del Rey ponía las cosas en su sitio y venía a reparar las injusticias sufridas a lo largo de la obra. Así, la defensa de la Corona y de los valores del Catolicismo se hacen patentes a cada momento. El sentido de pertenencia a una determinada comunidad es fundamental a la hora de realizar una interpretación profunda de la obra. Y es que la protección que te brinda el Catolicismo sobrepasa lo meramente religioso, aunque esto también lo vemos como muestra el encomendarse cada vez que está en un aprieto importante a una Virgen, sino que tiene caracteres sociológicos. El Católico aparece en el relato como más humano, frente a la barbarie de los paganos o la crueldad radical de los ingleses o el apóstata sevillano que acompaña a los ingleses.
Resulta penoso observar, con ojos de nuestra época, las categorías humanas desde el punto de vista etnográfico. Así, el tono condescendiente con el que se habla de indígenas o negros es revelador. En ocasiones, Alonso Ramírez se ve más como un padre de familia que vela por sus indios y esclavo para poder sobrevivir.
Pero desde luego lo que no se le puede negar a esta obra es su amenidad, es muy divertida de leer y todo ello a pesar de tener en ocasiones un léxico lejano, tanto por el tiempo en el que se escribió (siglo XVII) como por los tecnicismos propios de la náutica.
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