Dostoievski acude a la llamada de un aviso doloroso en el que se le informa de la muerte de su hijastro Pavel Isaev, hijo de su primera esposa. Ya en San Petersburgo se muestra la caída a los infiernos personales de la culpa y del dolor que causa la pérdida. Una pérdida que con el paso del tiempo narrativo nos vamos dando cuenta de que se produjo mucho antes de la muerte de Pavel.
La novela es una gran novela de introspección y de diálogos inteligentes y cargados de contenido ideológico. En lo que respecta al primero de los puntos señalados, la conciencia del personaje, sus sentimientos y sus reflexiones son matizados con éxito por Coetzee. Los vaivenes mentales, sus contradicciones, sus inquietudes y, sobre todo, el peso que tienen la idea de Dios, la permanencia de los muertos y las ideas político-sociales de Dostoievski con Rusia como telón de fondo marcan la arquitectura verbal del fluir interno del personaje. Por otro lado, llenan especialmente los diálogos del texto, concebidos casi siempre, sea el que sea el interlocutor, como una esgrima verbal, una búsqueda constante de la persuasión del otro. Novela inteligente y sentimental, pese a que ambos términos parecen contradecirse. Inteligente en los diálogos y sentimental en la expresión del cuerpo interno de la conciencia desnuda del escritor protagonista.
Es al final cuando vemos esa importante característica biográfica del Dostoievsky humano, su faceta de escritor, y tendrá una importancia capital en el sentido nuclear del libro.
" No es la mía una vida que soporte un examen detenido. De hecho, no es del todo una vida, sino más bien un precio, una moneda. Es algo que pago por escribir. Eso es lo que Pavel no entendió nunca: que yo también pago".
Porque al final la novela nos cuenta principalmente la eterna lucha de generaciones, la eterna lucha entre padres e hijos, la revolución presente siglo tras siglo de los hijos frente a sus padres. Nechaev, el líder revolucionario anarquista, que conquista el alma de Isaev, y este mismo, son representantes de esta lucha. Y la palabra pueblo, puesta en boca de Nechaev, con machacona constancia se vacía de contenido, pues es simplemente la dinámica de la acción destructora la que mueve a los jóvenes. Una dinámica expresada con pasión por Nechaev, con un convencimiento sobrenatural que Dostoievki denomina Daimon o espíritu que posee al individuo.
La novela tiene tiempo para detenerse en el amor, un amor infiel con la casera de Isaev en cuya habitación él también se instala, que sirve de consuelo al protagonista, centrándolo en el plano de la pérdida del hijo y descentrándolo en el personal.
Vemos también referencias biográficas ineludibles, como su afición al juego, su relación dolorosa con Dios, de la que dan cuenta sus escritos, sus problemas con la epilepsia, su relación con su esposa más joven. Pero estas referencias son un armazón externo, lo principal está, como dije antes, en la presentación de ideas y sentimientos.
En definitiva, una obra que muestra una radiografía del dolor, de las consecuencias de la pérdida, del amor de los padres a los hijos y de la fractura del eslabón familiar que los hijos a veces necesitan lograr mediante la lucha y los reproches del pasado. Al mismo tiempo, una novela inteligente, dialéctica y que hace pensar. La trama, desde luego, se resiente de estas características y la historia en si misma sobre la muerte (¿suicidio, asesinato?) pierde algo de interés. Por mi parte, eso es todo. Un saudo de El Criticón Lector.
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