jueves, 16 de marzo de 2023

"ESCUELA DE ROBINSONES". JULIO VERNE

     Uno de los placeres lectores más infravalorados es el de volver a las lecturas que en la infancia o juventud nos subyugaron. A menudo suele decirse que aquellas lecturas se nos vuelven fútiles, de escaso valor estético o literario y esos mismos comentarios abundan en la decepción de aquello que teníamos idealizado. Confieso que me ha pasado en alguna ocasión, pero generalmente lo que ocurre es que uno se retrotrae como por encantamiento a aquellos años en que cada lectura era un descubrimiento, un hallazgo, y, sobre todas las cosas, una forma de moldear el carácter con el que viajamos por los azarosos caminos de la vida. Entre estas novelas están, cómo no, las de Julio Verne. "Escuela de Robinsones" es una de esas que me quedó por leer en aquellos años de sueños y trementina.

     La lectura de estos libros siempre es agradable. Se trata de una novela de formación o bildungsroman tramposilla mezclada con la aventura pura y dura. El protagonista se ve obligado a aprender tras quedar varado en una isla desierta y a tener que subsistir acompañado del cobarde y ridículo profesor de baile Tartelett. La isla pondrá a prueba su valentía y, sobre todo, su ingenio para solucionar problemas de tipo práctico y capacidad de trabajo para realizar las tareas.

     El problema del libro es que es previsible. Desde el principio imaginamos el desenlace. Su gran acierto es que a pesar de ello es un libro entretenido, repleto de retazos de humor y en el que el contraste entre Tartelett y el joven Gottfrey realzan de manera dialógica las virtudes del aprendizaje. El humor y el ritmo, por otro lado, es otra de las excelencias del libro.

     Lectura gozosa, muy apta para jóvenes, Verne siempre es un acierto para viajar sentado en la butaca. Quizá esta no sea una de sus obras señeras, pero merece la pena perder alguna tarde para disfrutar como observador de las vicisitudes de estos personajes en pleno Océano Pacífico.

     Y nada más. Saludos afectuosos. El Criticón Lector.

viernes, 3 de marzo de 2023

"AUTORRETRATO SIN MÍ". FERNANDO ARAMBURU

   Auténtica joya literaria, de sublime sensibilidad y autoanálisis, más que comentarios merece que sus textos hablen de sí misma. 

"En años jóvenes, acompañado de amigos, profesé la rebeldía. Quizá la profese aún, no estoy seguro, sin sentirme tentado de proclamarme señor del fuego ni empuñar un martillo por la calle. Unas palabras que juzgo sabias, debidas a Camus, detuvieron a tiempo mi mano.

Como todo joven rebelde, movido de inconformismo, también dije que no. Pero luego aprendí que ese es un acto incompleto, con frecuencia nocivo, a menos que un sí le siga de inmediato. La negación continua, el estrago y los gritos de poco valen, si es que valen algo, sin la consiguiente aportación constructiva. Esto asimilado, ya nunca tuve excusa para hacer daño a un semejante. Y cuando fui injusto, lo supe y me dolió.

Agradezco a Albert Camus que me enseñara a amar al hombre por encima de la idea, y a amar la cara del hombre por encima del hombre, y a amar los ojos, la frente, la boca personal del hombre por encima de su cara. Convivo desde entonces con cada uno de los ciudadanos y no con el gentío, con el pobre de la esquina y no con la pobreza, con mis cejas tristes en el espejo y no con el espejo".

"Ser humano es mi vocación, mi tozudez y mi condena. A mí que no me saquen de ser hombre humano porque de otra forma yo no quiero ser. Seré, sabiendo a qué me arriesgo, débil hasta reventar de fuerza. Me agarraré, para no caerme, en medio de la noche a un palo de bondad. Recorreré las calles recogiendo las lágrimas perdidas por la gente.

Te lo debo a ti, Isabel, a cuyo lado, sin que te dieras cuenta, aprendí la compasión".

" Me vino entonces esta propensión a esperar por esperar, a esperar no sé qué ni a quién. Me habitué a alegrarme poco a poco por baratijas como las puestas de sol y esas estúpidas flores al borde del camino. Me tomó esta parsimonia que llena de nada mi cabeza. Se adueñó de mí esta gratitud que me sale de la boca como saliva floja cada vez que veo un pájaro en la rama. Y todo esto me lo tengo merecido por aquel mal paso que di, por aquella infortunada idea de situarme ante la niebla del espejo. Lo recuerdo perfectamente porque ocurrió el día en que perdí la juventud".

" En los vocablos ordenados con mayor o menor pericia por un hombre a quien ni siquiera conozco personalmente, por una mujer que quizá ya no vive, busco porciones de profundidad que procuren espacios nuevos a mi defectuoso entendimiento. Busco un poco de música verbal que me consuele y me emocione. Busco, en fin, aquellas invenciones curiosas, intensas, divertidas, dramáticas, que, ideadas por un escritor de genio y revividas por un lector atento, continúan significando en unas páginas.

Horas gratas, horas de serenidad, que generosamente deparan a un hombre el aliciente de una aventura en su crepúsculo. Una prosa que acierta a fluir con maestría, en la que se aúnan la naturalidad y la perspicacia, la elegancia. Unos versos finos como hilos de cristal que pronuncio con cuidado, en voz baja, para que no se rompan. No se me ocurre con qué mayores dones podría despedirme del día."

Como ven, un libro preñado de lirismo, de bondad, de serena madurez. Un paseo por la vida de sí mismo en tercera persona para alejarse de ese sí mismo que es el extraordinario autor Aramburu. El desdoblamiento como recurso, pero también, por qué no decirlo, como seña de humildad.

Saludos cordiales. El Criticón Lector.