Vargas Llosa y su extraordinaria capacidad para narrar nos traslada a la selva peruana, a la ciudad de Iquitos, para mostrarnos su versatilidad como escritor, adaptándose sin problemas a todo tipo de subgéneros novelísticos. En este caso, tantea la novela de humor o paródica.
El capitán Pantaleón Pantoja, protagonista de la historia, es una especie de Quijote que, ante un problema suscitado en un contexto periférico, la selva peruana, intenta deshacer entuertos. La desconexión entre la realidad presentada y la misión a ejecutar crea la situación grotesca que consigue el efecto cómico perseguido en el lector. Y es que el problema que requiere de la intervención del diligente capitán Pantoja es de índole sexual, ya que se producen estragos entre la población femenina por el excesivo ardor erótico de los destacados en la zona. Achacándolo al clima, los generales mandan a Pantaleón Pantoja para que cree un servicio de visitadoras (putas) que así calme, o al menos sofoque, dicha excitación colectiva. Pese a no desear este destino, el eficiente Pantaleón en cumplimiento del deber acondiciona y pone en marcha dicho servicio con la intención de que sea secreto y al margen del ejército por cuestiones lógicas de imagen.
El traslado a Iquitos y la obsesiva personalidad perfeccionista de Pantaleón tendrá consecuencias en su vida familiar, pues los contactos, las habladurías y la dedicación "excesiva" de este llegarán a oídos de su mujer Pochita, que previamente experimentó el hecho cierto de que el clima, o el ambiente, o lo que quiera que sea en la zona, aflorara en el ánimo del joven capitán el entusiasmo sicalíptico que, precisamente, fue designado a aliviar. Con el paso de los capítulos vemos como el capitán se encapricha de la Brasileña, visitadora de una belleza exótica sin igual que apartará a Pantaleón y que tendrá una importancia capital en la resolución de la novela.
Paralelamente, a los avances de Pantaleón en la organización del servicio, se nos advierte de la presencia del hermano Francisco, santón exaltado y fanático, que promueve una secta apocalíptica que va crucificando animalitos por doquier. En esta parte de la novela se observa ya el estudio de las masas y el poder catalizador de estos visionarios que expondrá Vargas Llosa en una de sus obras maestras: "La guerra del fin del mundo".
Con el paso de los capítulos vamos observando como el servicio está destinado a morir de éxito. Con un barco, un avión y numerosos recursos humanos y de todo tipo es imposible que pase desapercibido. En el momento en el que por circunstancias de argumento se desvela la verdad (conocida por todos), es el fin de tan exitoso servicio.
La narrativa ofrecida por Vargas Llosa en esta novela de 1973 mantiene los experimentos estéticos tan habituales en los autores del boom en sus primeras novelas. Una narrativa variada, heterogénea, en donde se plasman partes militares de aséptica mirada que chocan con el objetivo a realizar (los cálculos logísticos de Pantaleón ante la misión son, en ese sentido, desternillantes) , conversaciones múltiples que se mezclan sin solución de continuidad con singulares efectos estético-humorísticos como el que muestra las expectativas de la familia para el nuevo destino y las intenciones del alto mando con Panta, programas radiofónicos de rimbombantes resonancias y exageradas modulaciones, pesadillas en las que la narración onírica y surrealista juega su papel desvelador (genial la pesadilla de las almorranas), cartas en las que, de modo indirecto, nos enteramos de cómo evoluciona el argumento de la novela. En definitiva, un compendio de técnicas narrativas en las que Vargas Llosa nos muestra su competencia en el oficio de ser escritor.
En conclusión, se trata de una novela muy bien hecha, de un escritor que, como mínimo, siempre es sólido, con una clara intención paródica en donde ejército y falsa religión salen muy mal parados. Y, desde luego, es una novela muy entretenida de leer.
Un saludo del Criticón Lector.