José Ovejero propone en esta novela una indagación hacia el interior de las familias y las situaciones en apariencia normales, un ejercicio de buceo en la vida cotidiana de una familia formada por una padre, una madre y una hija. Una familia biempensante y moderna que se relacionan con los actantes principales que transforman la trama: Olivia, la empleada de hogar migrante, mojigata y miedosa, pero con cierta conciencia moral; Claudio, el alumno superdotado, con tendencias psicopáticas; Y Julián, el encargado de los arreglillos y de ayudas a la familia que bajo su capa servil esconde un verdadero lobo. Todos ellos son fundamentales para el desarrollo y la conclusión de la trama con las consecuencias (¿dramáticas, tragicómicas?) para la familia, centro de la novela.
La novela nos da una muestra de las diferentes vidas y lo hace desde la visión de cada uno de los personajes, adentrándonos en sus pensamientos. Eso desvela las diferentes categorías de problemas, la disonancia entre los problemas de unos y otros. Perspectivismo, en suma, que ofrece una imagen variada de la realidad y que nos aporta la imagen de unos y otros desde su propia visión, pero sobre todo se desnudan en la visión de los otros, en ocasiones casi podríamos decir que hay un intento de degradación, o al menos de sátira hacia los personajes.
Un inicio que aburre a las ovejas, que muestra el diálogo insustancial entre las jóvenes convivientes empleadas de hogar, pero que sirve para mostrar al personaje de Olivia en su intimidad, sus valores, su candidez, da paso a mayores emociones sobre todo cuando aparece el irreverente y amoral Claudio, el alumno superdotado que desvela los secretos y agrede la vida pacífica e insustancial de los protagonistas. En cuanto a la evolución y conclusión de la novela es bastante previsible en algunos asuntos y sorpresiva en otros. La relación Claudio-Nico es desigual y la candidez del segundo se ve que va a ser machacada desde un primer momento; más ambigua y compleja es la relación entre Olivia y Nico en lo que en principio hay una relación de poder, pero que se mueve en terrenos resbaladizos donde hay una balanza entre el abuso de uno y el aprovechar la circunstancia de la otra. El capítulo final protagonizado por Julián, que se revela como lo que verdaderamente es, sorprende.
La novela se vertebra en su estructura formal sobre diálogos, a menudo insustanciales y que quizá pretenda reflejar el día a día que el título de la obra parece aludir, y pensamientos de los personajes que, sobre todo, sirven para mostrar la diferente visión que se tiene de los personajes, cuando se habla en primera persona y cuando se habla en tercera. En general, es destacable la estampa mostrada de la vida que se supone prototípica, que esconde sus secretos y sus fallas, y en general es conformista e insustancial, así como la dura realidad social de las mujeres que emigran en busca de una vida mejor. Son los ojos de Claudio, con su exagerada forma de encarar la vida, los que desvelan lo que de anodina tiene la vida en estas ciudades dormitorios, vendidas como el paradigma de la felicidad y que, a veces, no son más que el aparcadero de vidas frustradas y deseos insatisfechos.
Y nada más. Un saludo atento del Criticón Lector.