Destacan ciertos asuntos en la novela, el primero de ellos es la trascendencia temática del devenir amoroso del protagonista. De algún modo asistimos a un especie de trayecto vital en el que hay una parada amorosa que deja huella y poso en el protagonista pero sin que ninguna de esas paradas sea la definitiva. Hay una contínua búsqueda del amor, pero, he aquí lo importante a mi modo de ver, no como encuentro real y de plenitud amorosa sino más bien de un modo egoísta y dionisíaco. La concepción que del amor nos muestra Bowman es antirromántica y dominada por un cierto ego, como la sensación de éxito auto aclamatorio al mantener relaciones con mujeres bellas y bastante más jóvenes que él. Expresiones como "se sintió como un dios" lo atestiguan. Pese a conseguir picos de intensidad amorosa importantes, Bowman ofrece una perspectiva realista de las relaciones amorosas y estas acaban por diferentes causas a cada cual más terrenal: las diferencias en la evolución personal, la distancia física, la infidelidad, la rutina. Ponemos una cita de Philip hablando de sí mismo con la perspectiva del tiempo de su matrimonio fracasado:
" Me dejó hechizado, me cegó. Yo no sabía nada. Y ella, claro está, tampoco. Fue hace mucho tiempo. Luego nos divorciamos. Simplemente éramos muy distintos. Ella tuvo el valor de decírmelo. Me envió una carta".
Otra de los argumentos que aparecen como leit motiv constante en el libro es un cierto cosmopolitismo viajero. Bowman como editor de cierto nivel viaja constantemente Inglaterra, España, Francia, referencias a Grecia, a Alemania. Estas escapadas tanto por Europa como por Estados Unidos dan cierta variedad a la unidad elemental de la novela.
Bowman solo tiene madre. Su padre se fue en su infancia y no volvió a verlo. La familia es en exclusiva la madre, Alice. La soledad que en ocasiones transmite el protagonista pese a las numerosísimas actividades sociales en las que vemos al mismo en parte es debido a esta ausencia famliar.
Por último, otra materia destacable dentro de la estructura del texto es una técnica curiosa de salto argumental a las vidas de los personajes con los que se va topando Bowman. De un modo sucinto nos hace un comentario sobre la vida y futuro de personajes que luego no salen en la obra en más ocasiones. El narrador nos ofrece retazos de las experiencias de estos personajes de situación. Ello nos humaniza a los mismos y, sobre todo, consigue mantener el interés por la historia. Viene a ser de algún modo aquello que hizo Cervantes en su primera parte del Quijote de intercalar historias en la historia principal. De entre todas ellas, porque tiene una importancia como personaje secundario y por su emotiva acción, destaca la historia de Neil Eddins.
Un libro en el que cuenta más el detalle, la particular y fina forma de contar los acontecimientos, la vida misma sin excesos, con sus pequeñas maldades, con sus fracasos y decepciones, con sus gozos y, por supuesto, sus sombras, sin ser estas contadas con altisonancia. Y con un final levemente sentimental que nos remonta a una imagen, que me recuerda a una de mi admirado Chirbes, y que no desvelo, que de un modo directo nos traslada al paso del tiempo. Ese valioso tiempo que Salter a sus 89 años quiso regalarnos con su novela.
Desgraciadamente, dejaré durante un tiempo el blog. por motivos personales debo llenar de nuevo el zurrón de lecturas clásicas medievales y del Siglo de Oro español de las que hay una inmensa bibliografía y mi aportación lectora considero que sería un tanto ridícula. Espero que hasta pronto. Un saludo atento del Criticón Lector.