Con la premisa anterior se mueve la novela, este es el leit motiv de la misma, cómo no podía ser de otro modo esto conlleva un poso de tristeza constante en el lector que ve cómo la incapacidad afectiva de los protagonistas, dos seres que realmente se quieren, imposibilita la relación amorosa. Una historia de amor inconcluso, una historia de una cercanía que nunca ( o casi nunca, mejor dicho) llega al contacto. Desde esta perspectiva, el tiempo de la trama es fundamental, pues vemos a los protagonistas crecer desde la infancia hasta la madurez en momentos determinantes de sus vidas. Es en esos momentos que toda persona sabe identificar en sus vidas cuando la toma de decisiones desencadenan los efectos de lo que va a ser la propia vida, muy a menudo, sin posibilidad de vuelta atrás.
El libro está centrado en los dos personajes principales, Mattia y Alice, y en su devenir vital. En este devenir hay dos circunstancias iniciáticas que marcan las vidas de ambos. Se trata de dos acontecimientos trágicos en la infancia, que, por ser el principio de la historia me permito desvelar. En el caso de Alice es un accidente de esquí y en el caso de Mattia la pérdida de su hermana gemela por su culpa. Estos hechos van a tener como principal efecto una serie de déficit en la personalidad de cada uno. En el caso de Alice va a suponer una indiscutible falta de personalidad que le hará necesitar la aprobación de los demás o requerirá el apoyo en su imagen personal con problemas alimenticios constantes como una anorexia constantemente presente. Mattia, por otro lado, tendrá que lidiar con una imposibilidad manifiesta para mostrar sus sentimientos, pese a su inteligencia sobredotada. Para compensar esta falta Mattia se automutilará en el plano físico el resto de su vida. Parece que con el dolor pretende contrarrestar su incapacidad afectiva. Como se puede observar, dos personalidades al límite que en su desencuentro con el mundo acaban por acercarse y quererse.
Dos temas tienen relevancia estructural dentro de la novela, en primer lugar destaca la imagen de la familia. Tanto en uno como en otro caso observamos, algo perplejos, cómo la progresión en el alejamiento de lo que viene a ser el soporte habitual en el común de las personas lleva a los personajes a un desencuentro triste con los progenitores, que acaban siendo unos extraños para sus propios hijos. Por otro lado, merece la pena recalcar la importancia que da el autor, sobre todo en la figura de Mattia, a las matemáticas. La novela está regada con constantes alusiones a asuntos geométricos y a los números naturales y el cálculo. Por supuesto, son alusiones ligeras, sin complejidad para un lector medio.
Para concluir, hablamos del final del libro sin desvelar nada importante de la historia. El final es también un principio. En el caso de Mattia, con esa visión tan simbólica que es el amanecer y que en la historia tiene cierta relevancia, observamos un posible amanecer en la persona de Mattia, en el que los sentimientos parecen dispuestos a brotar de esa cápsula hipercerrada en que ha convertido su intimidad. Alice, también tendrá su momento ave fénix, un encuentro con la independencia personal en el que la vida cobra importancia por sí misma.
En definitiva, nos encontramos con un libro cautivador, que maneja muy bien las sutiles taras con que la vida nos va impregnando el alma y que, con una representación de momentos concretos de dos biografías problemáticas, nos lleva de la mano en una historia de amor diferente, llevada a cabo por personajes también diferentes por lo incompletos y heterodoxos que son. Y eso es todo por nuestra parte. Un saludo de el Criticón Lector.