Esta novela del cada vez más reconocido autor vasco afincado en Alemania Fernando Aramburu se centra en un Congreso de poesía en una zona rural. Desde el principio el tono jocoso, irreverente y satírico nos coloca ante un esperpento de reunión. El autor se ríe de las ínfulas de los poetas, de sus verdaderas intenciones centradas principalmente en la juerga, el sexo fácil y, en general, los excesos. Lo chocante de estos deseos es que se realizan en un convento. El contraste entre este grupo de poetas heterogéneo, urbanita y festivo con el locus amoenus afianza la idea de sátira de tipos que nos da la obra. Aunque lo cierto es que el tono esperpéntico se suaviza con algunos personajes que están tratados con humanidad y ternura, dentro de sus personalidades excesivas y ridículas.
De la novela destaca, como ya se puede imaginar, el abanico de excéntricos personajes y sus relaciones, pues en muchos casos están tratados como parejas o por grupos. En el caso de las parejas transmite verdadera ternura la pareja Amalia Solórzano-Teodoro Sanz, ambos castigados con sendas desgracias, la una desequilibrada, el otro manso y bueno hasta la exageración; también resulta curiosa y, desde luego muy literaria, la pareja sentimental que forman el sexagenario ciego y la joven de belleza juvenil, deseada por todos y todas como si de un pastelillo de cabello de ángel se tratara. En cuanto los grupos, el primero y más notorio sería el dado por lo generacional, pero el que más juego da es el que trata las diferentes (¿diríamos eternas?) escuelas poéticas: la realita y la metafísica. Los escasos momentos en los que el narrador nos pone delante de estas disquisiciones doctrinales o estéticas reflejan un conocimiento del autor de lo poético, pero como siempre cargado de una ironía corrosiva que desmitifica y refleja la vacuidad de estas disputas. Al fin y al cabo, la poesía es el epicentro del egocentrismo parece que nos quiere decir el autor con sonrisa socarrona en los labios. Y su importancia es la que es.
Destaca como personaje individual , Lopetegui, Lope entre bambalinas, el gran organizador, el hombre que manda, al que podríamos detestar por su indiscutible cercanía con el poder, por su calculada condescendencia para con los invitados o por cómo se aprovecha de Teodoro y Amalia al usarlos como meros peones a su servicio y desarrollando su indiscutible capacidad organizativa. Pero cuando se le ve en intimidad se le acaba perdonando, por su honradez intelectual al reconocerse poeta mediocre y, sobre todo, por su secreto via crucis personal.
Las peripecias de este conjunto de poetas conforman un conglomerado de desastres que cada vez va en aumento. Con apoteosis final en forma de incendio y con paliza final de cervantina raigambre. No sabemos, o preferimos no saber, si tal paliza ha querido tener naturaleza simbólica. Pero al final, dicho con la voz ajena a la endogamia poética que representa la madre superiora, estos desastrosos poetillas no son ni más ni menos desastrosos que cualquier otro grupo que se presenta a un congreso en medio del campo, en el que lo que de verdad importa es tratar de sacarle jugo a la vida. La delicadeza de Aramburu redime de nuevo a este pobre y, en muchos casos, dolorido grupo de poetas, pese a sus ávidas pretensiones de poetas interesados en esa gloria volátil que es la fama y el medro en el escalafón.
Desde una perspectiva temática, parece obligatorio resaltar la aparición como algo consustancial a la literatura, y cómo no al summum de la misma que es la poesía, del alcoholismo y los excesos. Así como la homosexualidad, tanto en su vertiente femenina como en la masculina. En este sentido, la escena de las dos poetas dándose placer carnal en el cementerio ante la mirada de los niños es antológica.
Por último, me gustaría destacar la prosa peculiar del autor, muy reconocible y brillante, con anacolutos voluntarios, es decir frases sin acabar que el lector debe terminar teniendo en cuenta el contexto, o el uso especial de dos palabras a elegir por el lector, generalmente en los verbos, o también la aparición esporádica de definiciones de palabras que el narrador usa, definiciones que son del todo punto innecesarias desde un punto de vista argumental, pero que claramente tienen una función distanciadora y que ahonda en el tono satírico y jocoso del libro.
En definitiva, un gran libro, muy recomendable, que sigue esa estela tan propicia en las letras hispánicas, esa corriente satírica que en muchos casos ha dejado lo mejor de la literatura en español. Un saludo de el Criticón Lector.